Alma en pedazos.



Garibaldi, hombre recio y de carácter inquebrantable, era la voz del pueblo, si 

alguna noticia necesitaba ser escuchada por todos, él era ideal para con su voz 

pronunciar los eventos que iban a pasar. Desde matrimonios hasta entierros, 

fiestas y bazares, todo con esa voz que retumba las paredes, hasta la de su 

amada Martha, que quién con solo escucharlo, soñaba y se derretía en medio de 

su prosa.


Pero como toda historia de amor, trae dichas y prohibiciones, en este caso un 

padre rabioso, que tenía miedo de perder su hija, con el perdedor del pueblo, con 

aquél que solo usaba voz para encantar a su adorada Martha. Pero los rincones 

del pueblo eran infinitos, y las fugas de amor para verse, era el pan de cada día 

para Garibaldi y Martha. 


Garibaldi, como buen soñador, deseaba llevarse a su amada a vivir, trasladarse a 

Cuanthemoc, y formar su amada familia. Sin embargo un día tuvo que decir la más 

dura prosa, la muerte de su amada Martha, que murió de una infección en el oído, 

causada, por los grandes decibeles que manejaba la voz de Garibaldi.


Dicen, que ese día, Garibaldi se ahogó en alcohol, juró nunca más hablar, y 

después para terminar su tristeza, se ahorcó y colgó su triste cuerpo en la Plaza 

del pueblo. Fue tan fuerte la noticia de la muerte de Garibaldi, que todos los 

hombres de vozarrón fuerte y liricas para las damas, se reúnen en esa plaza, que 

ahora lleva su nombre, donde se encuentran para demostrar que las palabras no 

infectan, lo que mata, es la miseria de no vivir con libertad para hablarle a la mujer 

amada, a la cual se le debe amar con actos y no con palabras.

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